domingo, 28 de junio de 2009

Nadie al volante


Todavía llevo dentro la sombría impresión que me ha causado una noticia de estos días sobre las faltas de ortografía de los chicos que se han presentado a selectividad este año. Al escuchar la naturalidad con que los profesores del tribunal de selectividad daban por entendido que los errores en las tildes no baja puntos en la nota final del examen, por lo que ya no se tienen en cuenta, y que se ha “tenido que” levantar la mano con el número de faltas de ortografía. Así se consigue, por lo visto, entrar en las estadísticas, que están muy bien para la propaganda y los sondeos de opinión pública.

Estudié en una escuela pública en la que habría sido deseable que los profesores no fumaran en clase, en una época en la que no había aula matinal, en la que empezabas a estudiar inglés con once o doce años, sin ordenadores en las clases y con un laboratorio básico. Soy de la E.G.B. Todas estas cosas habrían sido deseables, pero no las cambio por mi viejo colegio si la única finalidad de que yo me gradúe es rellenar una estadística.

En esta noticia que comento, se explicaba que una conjunción de factores tiene la culpa de esta situación, entre ellos, la falta de lectura de los jóvenes y la influencia de los sms. Quizás también otro poco de desidia. Todo está relacionado. Pareciera que repetir curso y esforzarse para aprobar podría traumatizar al alumnado. Sigo sombría al pensar en las consecuencias de esta política educativa.

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