martes, 21 de julio de 2009

Sala de espera





En la adolescencia, estábamos siempre deseando ser mayores para: emborracharnos, conocer el sexo, volver tarde a casa, comprarnos lo que se nos antojara, conducir un coche, maquillarnos… Tener más autonomía en definitiva. Estábamos deseando que pasara el tiempo deprisa para ser adultos, ser personas responsables y conquistar nuestra independencia. Y éramos conscientes de esa espera durante la cual nos entreteníamos en otras cosas aunque a veces nos saltáramos algunos límites. Cierto que en esa época (hace dos décadas), no teníamos teléfonos móviles ni internet, cuyo efecto social no voy a glosar aquí.

Pero aún con estos artilugios, tengo la sensación de que los adolescentes y preadolescentes de ahora no quieren esperar. ¿La razón? No soy madre, pero sí he visto a padres de mi generación y más mayores satisfacer todas las demandas de sus hijos en tiempo record, desautorizar al familiar que reprende al sobrino cuando éste amenaza con berrinche si no es el centro de atención y acepar como ley de vida que el niño sea caprichoso y se convierta en un tirano.

Rebajar la edad penal del menor es otro insulto más a la inteligencia de la que hablé en otro post. Una propuesta populista, demagógica y burda en un asunto que se debería tomar mucho más en serio por parte de quienes nos administran. Empezar por responsabilizar a los nuevos padres de su cometido y terminar por ponerles un poco más fácil esta tarea sería una buena solución de partida, además de apagar la televisión. Y también mentalizar a los jóvenes de qué son: personitas con una vida entera por delante para exprimirle el jugo.

¿Cómo se ha deteriorado tanto la educación de los menores y en tan poco tiempo?

Atención señores viajeros


De entrada, advierto que este post no tiene ningún ánimo de ofender a los amantes de la Semana Santa de Sevilla que quizás puedan sentirse aludidos. Y es que, tras seis años de residencia en esta bella ciudad, he llegado a la conclusión de que la Semana Santa sevillana es a la vez una de sus mayores virtudes y también de sus mayores defectos.

Y si no fuera por el volumen de euros que mueve esta celebración, la última ocurrencia del mundo cofrade parecería una de esas noticias que se publican el día de los Santos Inocentes. Una de las hermandades que organizan estos actos ha propuesto que la Virgen del Subterráneo, que por visto existe, sea la patrona del Metro de Sevilla.
Inaugurado el pasado mes de abril, y ya desde que empezaron las obras, las cabezas pensantes estaban cavilando sobre la conveniencia de este patrocinio. Y ya se han iniciado los trámites para dar forma a esta idea. Me pregunto en qué consisten esos trámites y, sobre todo, en manos de quién está la decisión final. Según me explicaron los entendidos, entre las razones de ser de las hermandades están los fines sociales y la organización de rituales y celebraciones populares.

Rituales que, entre otras cosas, suponen una ocupación de la vía pública impensable de conseguir por parte de cualquier otro colectivo. Menos el Sábado Santo, el número de nazarenos que acompañan a las imágenes ronda los 9.000 de media. En la Madrugá salen 9.750 nazarenos repartidos en seis hermandades, dispuestos en filas de dos, formando gusanos humanos de longitudes kilométricas, que convierten el centro histórico y las principales vías de salida y entrada a la ciudad en ratoneras durante horas.

Esperemos, por el bien de los sevillanos que padecen la Semana Santa, que también los hay y son muchos, que no se les ocurra pasear a la nueva virgen por el suburbano y acaben por ocupar, ya sí, todos los espacios de la ciudad. Y también esperemos que los guardianes de la Semana Santa se ocupen de cosas más importantes y necesarias para los sevillanos.

PD: Quiero felicitar públicamente a mis compañeros de El Correo de Andalucía, mi familia de acogida durante más de cinco años, por la página web que han puesto en marcha desde hace ya unos meses y que no para de mejorar.

martes, 14 de julio de 2009

Periodismo conceptual



Rueda de prensa conjunta en Madrid del presidente valenciano, Francisco Camps, y el ministro de Fomento, José Blanco, para presentar entre otras cosas, las obras del AVE a Valencia.
Los servicios de prensa de la Generalitat valenciana advierten de antemano a los periodistas que nada de preguntas sobre el caso Gürtel. La primera en la frente.

Escucho en la radio cómo una periodista pregunta a Camps si cree que podrá inaugurar en 2010 las obras del AVE que allí se están anunciando. El presidente valenciano, parsimonioso, responde con otra pregunta: "¿A quién va dirigida la pregunta" [a él o al ministro]?

Al mismo tiempo, la ejecutiva del PP se reúne y convoca a los medios para la ocasión. Pero coloca a los medios en una sala aparte para que tomen buena nota de la intervención del líder. Quedan prohibidas las preguntas.

El concepto que del periodismo tiene el primer partido de la oposición, el PP, la derecha española, o como queramos llamarlo, es un insulto a la inteligencia.
Sé de lo que hablo.

miércoles, 8 de julio de 2009

Atrofia mental


¿Cómo empezar este post? Llevo dos días dándole vueltas pero no veo cómo quedar a la altura de las circunstancias. Así que comenzaré por el principio.



El pasado lunes fui invitada a la tertulia que Enredados celebra en su corresponsalía madrileña, en el domicilio de Enrique Meneses. A los que sepáis quién es, no os descubrirá nada este post, pero a los que no, os garantizo que en algún momento de vuestra vida habéis visto alguna fotografía suya. Reportero gráfico con más de sesenta años de profesión a cuestas, Enrique no deja indiferente a nadie.

Mi tocayo de apellido Juanjo dice en su blog: “Yo de mayor quiero ser como Enrique”. Yo, como veo que mis meninges no dan ni para un 1% de las suyas, diré que “cuando me reencarne, quiero que Enrique sea mi padre” –permitidme el lapsus freudiano- para que me inculque toda la vitalidad, la curiosidad certera, la sensibilidad y el talento que él mantiene intactos y despliega a sus 79 años. Y ya que estamos, que me pase algún gen, porque he tenido el privilegio de compartir un rato con una de esas pocas personas que tienen el periodismo en sus estructuras mentales y en su ADN.


Hoy he vuelto a la casa de Enrique, porque Enredados había preparado una charla con José Cendón, reportero español secuestrado el pasado invierno en Somalia durante cuarenta días, y me han vuelto a invitar. Si el pasado lunes debatimos sobre las repercusiones de Twitter en el periodismo, ayer hablamos del trabajo de un periodista en esa zona tan siniestra de África.


Sigo apabullada: El lunes Enrique me mostraba la pantalla de su portátil, me explicaba las aplicaciones que ha introducido en su blog, la diferencia entre etiquetas y categorías, me enseñó su cuenta en Flickr, donde ha colgado parte de su catálogo y que no podéis dejar de ver. Ayer Enrique contaba con una lógica pasmosa una triquiñuela con la que consiguió, de un día para otro, una entrevista con un primer mandatario de Oriente Próximo. Y un rato antes nos estuvo diciendo que en Galicia la industria del diseño de videojuegos, ¡¡videojuegos!!, es de las más punteras del mundo.


En estos dos días, me han ofrecido cerveza para beber, pero siempre elijo agua. No vaya a ser que me ponga a decir tonterías, ¡¡y estamos en la radio!!

Muchas gracias.

domingo, 5 de julio de 2009

Habrá que dejarlo


“Arrimar el hombro”. Con esta frase, la ministra de Economía y vicepresidenta primera, Elena Salgado, trataba de convencer a los diputados del Congreso sobre la necesidad de subir los impuestos a las rentas más altas en estos tiempos duros, aunque de momento, el Gobierno no ha podido sacar adelante esta propuesta. Lo que llama la atención es lo convencida que parecía la ministra al pronunciar estas tres palabras.

Sorprende porque de momento, quienes están arrimando el hombro son todos los fumadores sin distinción y aquellos que precisen de un vehículo para trasladarse. Da igual si son acomodados ciudadanos que van de paseo a la playa, transportistas, estudiantes o parados.

Daremos por sentado que es necesario que el Estado, para que siga funcionando al menos como hasta ahora, necesita recaudar más, pero la falta de imaginación -y de algo más-, ha llevado a nuestros gestores a subir los impuestos sobre el tabaco y el combustible. La sagacidad de esta subida está en que si el paquete de 20 cigarrillos cuesta ahora 15 céntimos más, el tabaco de liar, mucho más económico y que a raíz de la crisis estaba gozando de gran éxito entre los fumadores más achuchaos, ha subido casi un euro (95 céntimos).

Es fácil justificar la subida de impuestos sobre el tabaco y el combustible con los argumentos del gasto sanitario y el coste medioambiental. Lo que no es tan fácil de explicar es por qué un gobierno se autodefine como progresista si presume de haber eliminado el impuesto de patrimonio, descarta taxativamente revisar el IRPF, pero no se corta al aplicar mayor gravamen sobre productos que pagan todos por igual.
A ver cuál es la siguiente ocurrencia.